Primero fue el obispo de Bilbao, que dijo: No puede haber perdón si antes el culpable no pide perdón. Luego fue el obispo de San Sebastián, que reiteró: No puede haber perdón si primero el culpable no se arrepiente. Por fin, el obispo de Pamplona concluyó: No puede haber perdón sin que el culpable haya primero cumplido la penitencia.
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