Una periodista mexicana me escribía al día siguiente de su muerte: “somos muchos los que lloramos la muerte de Tatic Samuel. Era y seguirá siendo una luz para la pacificación y dignificación de nuestro maltratado México. Seguramente nunca será canonizado: el Vaticano no siempre premia a los liberadores de la pobreza, a los comprometidos con los invisibles. Pero el bien que hizo en vida fue tan extraordinario que para muchos es ya nuestro San Samuel”…
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