Decía Sun Tzu que “la guerra había que ganarla antes de declararla”. Para ello, imprescindible un objetivo débil y venderla con un buen marketing que oculte su interés real económico: salvar a toda la humanidad (de las armas de Saddam o del peligro de los talibanes), o a una parte de ella, del delirio de un dirigente (en Yugoslavia y Libia).
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