Ya lo advertí claramente cuando la Audiencia de Donostia dictó sentencia condenatoria contra cuatro de los guardias civiles que torturaron a Portu y Sarasola: ninguno de los agentes condenados iba a pisar jamás la cárcel por ello. «Me apuesto lo que sea» afirmé, y la verdad es que no hacía falta ser en absoluto adivino para ello. Estaba cantado.
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