Con motivo del cambio de año se acostumbra a hacer balance de lo que ha significado
el que termina. De 2012 todos los media coinciden en decir que la crisis
económica ha dominado la preocupación de las personas, empresas, instituciones
y gobiernos. Destacan las dificultades para encontrar empleo, sobre todo para
los jóvenes, sin importarlo preparados que están; y cómo la salida para muchos
ha sido aceptar lo que quisieran ofrecer o la emigración, sobretodo a Alemania que
aparece como nuevo “El Dorado”. Muy pocos hablan del no querido desarraigo
humano que ello significa, de la pérdida de capital humano que supone, pues
ahora quienes emigran mayoritariamente son quienes están mejor formados. Aunque
hay quien afirma que es bueno alejarse del lugar donde uno ha vivido, para abrir
las mentes a otras concepciones y formas de vivir, que “hay que dejar de ser
pueblerinos”.
Nuevo año... y todos los pronósticos apuntan a mayores dificultades
económicas para la gran mayoría de la población, especialmente para quienes
ocupan los lugares más bajos de la escala social. Sin embargo, en la mayoría de
los medios de comunicación lo que les ocurra a estas personas parece no contar,
salvo que sean objeto de una noticia espectacular, que posibilite su utilización
para aumentar la audiencia o tirada de prensa escrita, pues piensan que es lo
natural en ellos, que ya están acostumbrados a pasarlo mal y sufrir. No actúan
así para informar cuando quienes han gozado de una posición muy desahogada
tienen que reducir algo su nivel de gasto, pareciendo que son los grandes
perdedores y sufridores del momento. Estos medios airearán sus “desventuras” y
pedirán se haga todo lo necesario para que recobren rápidamente su anterior
bienestar. El trabajador que necesita desesperadamente un empleo y no puede salir,
su tendencia natural es adaptarse alo que el empleador decida: capacitación
técnica, idiomas, disponibilidad temporal y geográfica... Ni va a pelear por
defender un salario digno con tal de obtener un puesto de trabajo que asegure
un mínimo de “seguridad”,pensando que cuando mejore la situación todo cambiará.
Y esto no es sólo para trabajadores con escasa preparación. No hace mucho
aparecía un anuncio, en la página web de Infojobs, de una ETT que seleccionaba
ingenieros técnicos, con “nivel alto de inglés” para una “importante empresa
dedicada al diseño, creación, composición y redacción de Manuales de
Operaciones, Manuales de Mantenimiento y Catálogos de Equipos Industriales,
ubicada en el donostiarra Parque Tecnológico de Miramón, con un salario bruto
de 6,30euros la hora (claramente por debajo de los 1.000 euros mensuales). Y,
en muchos casos, de la cuestión retributiva no se habla hasta bien avanzado el
proceso de selección. Además, se exige estar dispuesto a adaptar el estilo de
vida personal y familiar a las necesidades de la empresa, porque ésta desea
sobrevivir o crecer en un marco hostil de competencia, con un fuerte darwinismo
empresarial donde sólo sobreviven o triunfan las dispuestas a todo. Por otra
parte, tal como se desarrollan ciertos trabajos, exigen tal grado de tensión
que terminan por quebrantar gravemente la salud; llegando al extremo del
suicidio, cuando se une a otros factores desestructurantes de su vida. Según
datos del vecino país del norte, en Francia las víctimas del estrés laboral son
más que las ocasionadas por el tabaco y cuestan al estado entre 2.000 y3.000
millones de euros. Parece que no hay más remedio que acomodarse lo mejor
posible a la enorme velocidad de cambio que se produce en el ámbito de lo
sociolaboral. Se inducen nuevas preferencias sociales que dan lugar a nuevas
profesiones; se exige disponer de habilidad y flexibilidad para adaptarse a las
nuevas circunstancias si se quiere estar y permanecer el mayor tiempo en la
“cresta de la ola”. Afirman que, para triunfar, hay que estar al tanto de lo
que sucede, decidido a formarse continuamente desde el conocimiento de los
cambios que se producen y de las cambiantes exigencias del empleador. Sin
embargo, esta manera de vivir ¿responde a una verdadera humanización? Si la
respuesta es negativa, porque no se aceptan las consecuencias que se derivan de
este orden desorden establecido, será necesario comprometerse en una estrategia
viable de cambio a todos los niveles, desde el personal familiar hasta el
internacional, creando nuevas formas de producir y distribuir aquellos bienes
convenientes para un auténtico desarrollo de todas las personas. Y cuando, a
principios de año, se formulan deseos a conseguir con vistas al logro de una
vida más feliz, ¿se nos pasa por la cabeza este tipo de deseos compromisos? No
se trata de que otros lo hagan y te lo den sin gasto, sino de esforzarse junto
a otras personas para la mejora de la sociedad. La Administración pública, a
los distintos niveles, debe hacer lo posible por dotar a los desempleados de
unos ingresos que posibiliten cubrir sus necesidades fundamentales e instaurar
políticas activas de empleo (que ya están transferidas a la CAV) orientadas,
por una parte, a facultar al desempleado para encontrar un nuevo empleo,
adaptado a sus capacidades, lo antes posible, por medio de reciclar su
capacidad productiva y de ayudarle a conectar con quienes necesitan de su
esfuerzo; y, por otra, favorecer económicamente a las empresas que creen estos
empleo. Si tenemos presente que la mitad de los desempleados son de larga
duración, vemos que la situación es más difícil para conseguir su pronta
reinserción laboral, pues la empleabilidad va desapareciendo más rápidamente
cuanto más se tarde en ello.
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