En Cambridge, donde viví en 1987, descubrí por qué la BBC no produce telenovelas. Un país gobernado por una legendaria familia real, como lo es Inglaterra, prescinde de los cuentos de hadas. Basta con encender la tele. La pantalla, al enfocar a la monarquía, exhibe escenas tan exuberantes que la realidad parece superar a la fantasía.
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